sábado, 21 de octubre de 2017

De milagro no nos trajimos una docena



De milagro no nos trajimos una docena

Y es que desde que llegamos a ese pueblo pude sentirlos.  Habían espíritus enredados unos con otros, y caminando por las calles.  Eran tantos que yo, que los podía ver; no encontraba la forma de caminar sin chocarme con ellos.  Los demás, no sé si los intuían; pero noté con incredulidad, que los evadían en algunas oportunidades, en otras; solo los traspasaban dejando tras sí una estela de desolación.  Era solo un vapor, el cual yo intuía como soledad infinita, tristeza.
No sé en serio, cómo fue que no nos trajimos con nosotros una docena por lo menos.  Y es que nos miraban casi de manera lujuriosa.  Deseaban nuestras vidas, tener, poseer nuestros cuerpos,  e incluso o principalmente, nuestras mentes.  Poder lucir lo que antaño se vieron  y sentirse de nuevo necesarios para alguien, así sólo fuera para ellos mismos.
Aun me pregunto, si enredados en mis cabellos largos pudo venir alguno.  Y desde ese bucle tras mi oreja me observa.  No sé si entre mi bolso pudo venir otro de ellos, o en la mascada de seda está enredado uno más.
No los percibo como los sentí ese día.  A veces los sueño, a veces los veo, en momentos el vapor de un objeto los trae a mi memoria y me lleno de miedo.  No los quiero en mi vida.  No deseo que se vayan apoderando uno a uno de mis espacios, de mis objetos, de mi esencia y mi ser. Temo mucho, me aterra terminar siendo ellos, ser tan solo un espíritu, mientras mi cuerpo es vehículo de otro.
No sé, no entiendo; como por un milagro no nos trajimos una docena... o más.

Patricia Lara P.

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