¡Amor pa´ qué!
Cuando
José enfermó, Abelardo se dedicó a cuidarlo con una entrega
impensable. Fueron quince días de dedicación que sellaban tantos años
de vida en común, tantas palabras no dichas, tantas miradas afectuosas y
gestos de protección recíproca.
Pasada
la convalecencia, el cuerpo de José, antes fornido y musculoso, dejaba
en evidencia los embates de una larga batalla por la vida. Tres meses y
cinco días después, al amanecer de un sábado otoñal, Abelardo hizo las
maletas y partió para nunca más volver. ¡No le gustaban los hombres
secos y escasos de carne!
B. Osiris B.
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