Un carbón
palpitante
Estaba tan desesperanzado el hombre. Había perdido a su amor, a sus hijos, su trabajo en el cultivo de caña. Se encontraba tan solo en el mundo que no ansiaba más que la muerte. La veía sonriente en todos los sitios por los que paseaba su tristeza.
Estaba tan desesperanzado el hombre. Había perdido a su amor, a sus hijos, su trabajo en el cultivo de caña. Se encontraba tan solo en el mundo que no ansiaba más que la muerte. La veía sonriente en todos los sitios por los que paseaba su tristeza.
Construyó un ranchó
en medio del cañaduzal, en el momento justo de la cosecha. Cuando la caña
dorada se mecía al viento plácido de un domingo difuso.
Compró un galón de
combustible con los últimos pesos que le quedaban en el bolsillo.
Finalmente ya no los necesitaría más. El hambre, el desamor, la soledad
se alejarían para siempre.
Lo último que se
vio de él fue una llamarada que se aproximó al sol, lo último que se le escuchó
fue una carcajada seguida de un alarido largo.
Un carbón del tamaño de un recién
nacido fue lo último que recordó su presencia en el mundo.
Patricia Lara P.
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