No lloro
No lloro, no porque
no tenga o no haya tenido motivos para hacerlo,
o yo no quiera exactamente no tener lágrimas. O no es que yo no deseara -necesitara- en algún momento de la vida hacerlo, o mis lagrimales
no funcionaran adecuadamente. A mí me educaron sin lágrimas. Me
dijeron que por el hecho de llorar el muerto no reviviría, el año no se
perdería, el daño se solucionaría. Por
el contrario, las lágrimas nada solucionan.
(Me enseñaron eso sí, a encontrar soluciones). Me indujeron a no
conseguir nada por lástima. A no arrepentirme de las cosas con
llantos (me pidieron -exigieron- actuar adecuadamente para no tener que
llorar lágrimas ¿de sangre? por lo que hice o dejé de hacer. Me
explicaron además que llorar me ponía fea y es cierto. Los ojos se hinchan,
la cara se inflama y eso solo al momento mismo de llorar. Si el llanto es
contante la cara se transforma, la boca adquiere un rictus de dolor difícil de
disimular, e incluso el cuerpo se contrae y se ve marchito.
Pero, debo hacer
eso si una aclaración. Que no llore, no significa que no
sienta. Que no me duela yo, que no me duela el mundo que me rodea, que no
me duelan los otros.
Soy amiga de mis amigos hasta tanto
ellos quieran serlo -de por vida sería mi elección- pero yo les doy la posibilidad de elegirme. Si
no lo hacen yo tampoco los elijo. Porque la amistad e incluso el amor
deben ser recíprocos y solidarios.
Patricia Lara P.
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