Pertinaz el agua cae sobre los cristales, se desliza formando un pequeño charlo. Ella la observa; intenta seguir la gota rauda con el dedo mientras con fruición sorbe un café caliente y cargado. Cargado de lágrimas tan constantes como la gota de lluvia que se desliza por el cristal formando un charco ya no tan pequeño.
Se ha pedido disculpas muchas veces, las ha dado otras tantas; pero ni
ella misma logra perdonarse o hacer que la perdonen.
Las lágrimas siguen su curso, las gotas de agua el suyo y el charco
crece más y más.
Ella
ha llorado tanto que el cielo igual lo hace. Espera que la lluvia y sus
lágrimas se unan y la cubran, para por fin tener paz y olvido.
Patricia Lara P.
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