Ya estaba harta. Quería asesinarlas a todas. Una a una. Si por ella hubiera sido, hasta las habría masticado o aplastado entre sus dedo índice y pulgar y sin el menor remordimiento además.
La gente decía que estaban en peligro de extinción... Pero a ella eso le
importaba un sieso o como dice por ahí el vulgo; “le valía huevo”. Que
una a una muriera sería una bendición. Y es que esas malhadadas mariposas,
aleteando en su estómago eran una desgracia total. Porque para ser
sinceros amar y ser amados bien. Pero amar ella solita y por tantos
años. Sufriendo calladamente vejámenes, malos tratos y desplantes ya era
el colmo.
Habría que hacer algo al respecto...
y por supuesto lo haría; así perdiera ella misma su vida en el intento.
Patricia Lara P.
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