Y me sorprendo hablando sola. No sola en realidad. Pues yo hablo a cada rato con mis muertos. Cada día son más los que se unen a ese grupo, y por lo tanto y todo; el grupo de los vivos se reduce.
"¿Si ves pues Lu… las cosas que hago ahora?" Ella no me
responde. ¡A Dios gracias! Me moriría de miedo si un día me contestara.
O me digo también: "¿Doña Leo; usted cree que yo me merezco
esto?" O "Abuelita María, yo quiero que sea usted quien
me venga a buscar y me lleve en sus brazos a esa casa tan limpia y tan blanca
que sé que nos prepara"
O le digo; "Papá cuídeme ahora, ya que cuando uste' estuvo no lo
hizo muy bien" (A él lo recrimino
casi siempre)
Con los años la vida se va despoblando de vida y repoblando de
muerte. Gente muy querida, algo querida y hasta poco o nada querida se va
de la vida, y se queda en los recuerdos. Y uno termina entonces, haciéndoles
la charla. Hablándoles con más frecuencia aun que si estuvieran vivos, o cuando lo estuvieron.
No creo que sea locura, ni siquiera siento
que sea por soledad... más bien son añoranzas.
Patricia Lara P.
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