jueves, 5 de julio de 2012

Memorias


Hay tantas cosas que nuestra memoria olvida y tantas otras que se pegan a ella como sanguijuelas chupándonos la sangre.
Pero los días de infancia en la casa de la abuela.
El río acunando nuestros sueños.  Haciéndonos flotar en fantasías aciagas o placenteras.
La música estridente de la cantina de la estación del tren que ahora canto a gritos como si hubiera nacido y sido criada allí mismo; abajo del mostrador aquel oloroso a licor y a plata vieja; sucia.
Los árboles frutales cargados de mangos, de naranjas, el racimo de banano pintón madurando tras la puerta de la cocina.  El fogón de leña, la carne colgando sobre el fuego para que no se descompusiera del todo.
El café recién colado, la conversación fuerte de la abuela, sus enseñanzas sobre honestidad, dignidad, honradez, etc.
Las risas y carcajadas por todas las diabluras de los niños de aquel hogar materno.
Tantos recuerdos agolpados, tantos sentimientos encontrados, tantos buenos momentos vividos, tantos y tantas cosas compartidas en familia.
Recuerdos de tíos, primos, amigos.
Enseñanzas varias aprendidas a veces en medio de risas y de lágrimas o de lágrimas y risas.
La vida transcurriendo y enseñándonos a vivirla.

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