miércoles, 18 de agosto de 2010

Historia de Cefe el tatarabuelo

A mediados del siglo XIX en Mazarrón, pueblo de la provincia de Murcia, vivía un chico de 20 años llamado como yo Ceferino Albacete. CEFE era hijo de un labrador. Su padre tenía una pequeña finca de secano con almendros y olivos y los años que llovía, que solía ser cada dos años, podía plantar cebada y trigo.

La familia vivía en su casa de campo modestamente pero sin penurias. Los domingos y fiestas de guardar se vestían con sus mejores galas y bajaban al pueblo a oír la Misa Mayor y a la salida el padre iba a la única taberna del pueblo a tomar unos vinos con sus amigos. La madre mientras tanto se quedaba charlando con las otras comadres y CEFE con otros chicos se apostaban junto a la puerta de la Iglesia para contemplar a las mozas casaderas….

El cacique del pueblo era D. Manuel Zamora hombre ricachón propietario de una mina de galena argentífera que producía plomo y plata. D. Manuel “El zorro” que así le llamaban por su forma de ser, vestía traje de pana con pantalón bombacho, calzaba botas altas y portaba en la cabeza un chambergo de ala ancha que solamente se quitaba cuando entraba en la iglesia y para saludar a las damas que se cruzaba. Las malas lenguas de las comadres decían que hasta dormía con el sombrero calado. Siempre llevaba un revolver colt en el cinto y un látigo con el que se decía, aunque nunca fue demostrado, que solía azotar a los pobres mineros para hacerles que rindiesen más. D. Manuel era por ello temido y odiado por todo el pueblo menos por el cura, al que le daba generosos estipendios, supongo para lavar su conciencia, el boticario, el médico y el Alcalde con los que jugaba sus partidas de dominó.

El Zorro tenía una única hija a la que le habían puesto el nombre de Catalina por tradición familiar. Catalina tenía en aquel entonces 17 años. Era morena con grandes y picarones ojos y según cuentan las crónicas tenía unos abultados pechos, unas buenas caderas y una cintura de avispa. Una belleza impresionante según los cánones de la época.

CEFE estaba locamente enamorado de ella pero el contacto era imposible. Solamente podía acercarse a Catalina al entrar en la Iglesia y ofrecerle el agua bendita con lo cual sentía el suave roce de sus dedos.

Catalina estaba destinada a casarse con D. Tomas Maestre, viejo de 40 años, por aquel entonces un hombre de 40 años ya era considerado un anciano. Era también dueño de unas minas en La Unión, otro pueblo minero de Murcia.

A D. Tomás le llamaban “El Lobo” y era un negrero despiadado con sus empleados usando el látigo continuamente como su futuro suegro.

Catalina estaba triste porque también había fijado los ojos en CEFE y le hubiera gustado tener libertad para elegir marido.

Pasaron los meses y llegó el verano. CEFE seguí intentando contactar con Catalina, pero ésta iba siempre acompañada de una dueña que la vigilaba estrechamente.

El primer Domingo de Agosto al ofrecer el agua bendita CEFE le pasó una nota a Catalina en la cual le decía: “ESTA NOCHE IRÉ A TU CASA, ESPERAME”. Cuando Catalina leyó la nota se puso colorada y le dio un vuelco el corazón. ¿Qué era lo que pretendía CEFE? ¿Cómo iba a poder entrar en la casa vigilada continuamente por su padre y cerrada a cal y canto con dobles cerraduras?

Sonaron las doce campanadas en el reloj de la Iglesia. El pueblo estaba en silencio. Todos dormían.

Las ventanas de las casas de las personas pudientes de Mazarrón tenían rejas para evitar los robos, en aquellos años muy frecuentes debido a la emigración atraída por el trabajo en las minas de plata.

La casa del “ZORRO” no era una excepción. Era un caserón de una sola planta que ocupaba toda una cuadra. Tenía 16 dormitorios, tres de ellos dedicados a la familia, uno para D. Manuel, otro para su esposa Dª Águeda y el tercero para Catalina. El resto de los dormitorios estaban destinados a los numerosos sirvientes. Los dormitorios de los amos daban a la plaza Mayor del pueblo mientras que el de Catalina daba a una calle lateral. Un portón inmenso cerraba la entrada de la casa. Por él podían pasar los carruajes hasta el gran patio central. Al caer el sol el portón se cerraba poniendo incluso por dentro una barras de hierro.

CEFE intentó forzar el portón pero su intento resultó baldío. Su deseo de encontrarse con su amada era tan fuerte que no encontrando otro modo decidió arrancar la reja de la ventana de Catalina. Para ello trajo del campo un par de mulas, ató a la reja una gran maroma y después de varios intentos consiguió dejar la ventana expedita. Entró por ella y pasó gran parte de la noche con Catalina con gran deleite para los dos. Antes de amanecer abandonó, con gran pesar el lecho de su amada.

Cuando despertaron los vecinos del pueblo vieron estupefactos que habían sido arrancadas al menos una reja de una ventana de cada casa.

De esta forma mi tatarabuelo salvó el honor de su amada.

Nunca se supo en el pueblo qué había sucedido y menos que CEFE había pasado la noche con su amada.

...Nunca se supo en el pueblo qué había sucedido y menos que CEFE había pasado la noche con su amada…

Desde aquella noche tanto CEFE como Catalina deseaban unir par siempre sus destinos, pero los preparativos de la boda de Catalina con El LOBO seguían adelante sin que ella pudiese hacer nada para impedirlo. En aquellos tiempos los matrimonios de las gentes pudientes se hacían siempre por conveniencia sin que la futura contrayente pudiera opinar lo más mínimo. Tenía que someterse a la voluntad de sus padres….

Cefe por su parte estaba desesperado desde la noche de amor no había podido acercarse a su amada. A Catalina la habían encerrado impidiendo totalmente las salidas. No sabemos si es que EL ZORRO sospechaba algo, pero la realidad es que ya no dejaba salir a su hija ni para ir a Misa los domingos.

La boda de Catalina se iba a celebrar a final de Octubre… La pobre chica se pasaba el día llorando. Deseaba tanto los besos, las caricias de CEFE… y le horrorizaba tener que compartir el lecho nupcial con un viejo desconocido…pero no podía hacer nada….

Pidió a si padre que le dejara ir a la Iglesia para poder confesar antes de la boda. Se confesó con el cura párroco del pueblo. Le contó su pecado, su noche de amor prohibido. El cura la llamó “mala mujer” y no le quiso dar la absolución por falta de arrepentimiento.

Catalina desde aquél día se veía condenada al fuego eterno y por si fuera poco iba a recibir el Sacramento del matrimonio y la Comunión en pecado mortal. Iba a cometer un sacrilegio por lo que se agravaba su condenación por la eternidad.

Iba a cometer un sacrilegio por lo que se agravaba su condenación por la eternidad.

Por aquellas fechas todas las colonias americanas habían conseguido su independencia. A España solo le quedaba Cuba, la perla del Caribe, y Las Filipinas. El gobierno de España quería por todos los medios conservar la isla de Cuba a pesar de que económicamente era una ruina, pero en España se consideraba que ese territorio era una provincia más de España. Los rebeldes, patriotas cubanos, alentados y ayudados por Estados Unidos, iban ganando posiciones y el gobierno español tuvo que enviar refuerzos. Para ello llamó a filas a todos los jóvenes de 20 años. CEFE fue uno de ellos y después de un pequeño periodo de instrucción fue enviado a Cuba.

No pudo despedirse de su amada pero desde allí le escribió una carta que rezaba así.

A CATALINA ZAMORA

PARTIDO DE MAZARRÓN

TERRITORIO DE MURCIA (ESPAÑA)

Mi amada Catalina: Sabrás que a la “juerza” hemos salido pa´La Habana en un barco por el mar que nos trujo por el agua. Yo eché inda las papillas de los meneos que daba pero gracias al café, tila caliente y horchata que nos daba el “cerujano” por la canal de la esparda, “juimos” entrando en calor. Me encuentro bien a Dios gracias…

En cuanto lleguemos a tierra cogí mi chopo y campaña y corrí detrás de los “filisteos” recoriendoles la “rauta”. Yo tuve uno “espetao” pero me decía de roillas “No matarnos como ratas que también semos presonas con mare, con hermanas y con hijos chiquiticos que no tienen culpa naíca”

Por ello me hize el despistao y me fui por otra rauta.

Catalina, cuando vuelva a España nos casaremos en la “Juensanta”. Te compraré un collar de perlas mas grande que el de las vacas, pero el lugar de campanillas será de cuentas mu blancas.

Se despide de ti tu novio que mucho te quiere

CEFE

Catalina nunca recibió esta carta de su amado ya que fue interceptada por su padre quien la conservó como prueba de la felonía de CEFE del que pensaba vengarse si es que volvía alguna vez de Cuba. Su deseo era que alguno de los rebeldes le pegase un tiro y su cuerpo se quedase a alimentar margaritas enterrado en suelo cubano.

Lo cierto es que CEFE sí recibió un tiro pero con mucha suerte fue en una pierna. Estuvo hospitalizado varios meses y le quedó como secuela una ligera cojera de por vida. Cuando le dieron el alta fue repatriado y después de una accidentada navegación desembarcó en Cádiz.

…Cuando le dieron el alta fue repatriado y después de una accidentada navegación desembarcó en Cádiz.

Cádiz dista de Mazarrón unas 160 leguas (600 km) y CEFE debido a su pierna herida y puesto que no disponía de dinero tuvo que hacer el trayecto a pie. Menos mal que la gente de los pueblos y de los campos donde pasaba se compadecían de él y le dieron comida y alojamiento.

Tardó casi un mes en llegar a Mazarrón. Llegó demacrado, agotado y al borde de la muerte principalmente porque arrastraba unas tercianas contraídas en CUBA. Ya en casa de sus padres cayó en coma. Durante una semana tuvo fiebre alta, sudores fríos, tiritones y deliraba. En el delirio repetía una y otra vez el nombre de Catalina. Al octavo día despertó y lo primero que preguntó a sus padres es si habían visto a su amada. Estos le pidieron que olvidase a Catalina y que buscase otra moza con la que matrimoniarse.

CEFE viendo que sus padres no le aclaraban nada se fue al pueblo. Buscó la casa del ZORRO. El portón y las ventanas estaban cerrados. Se dirigió a la calle lateral hacia la ventana de la habitación de su amada. La reja había sido repuesta, se notaban todavía, a pesar del tiempo que había pasado, los pegotes de cal de un color más blanco que el resto de la argamasa de la casa. Todo estaba en silencio. La casa estaba vacía.

CEFE entró en la taberna del pueblo. No había ningún parroquiano. Apareció la tabernera, mujer gorda y chismosa, y le contó a CEFE que el 30 de Octubre del año anterior se había celebrado la boda de Catalina con Tomás Maestre “EL LOBO”.

Después de la ceremonia religiosa se celebró un gran banquete al que fue invitado todo el pueblo. D. Manuel, como cacique, quiso que se recordase por vida la boda de su hija. Para ello trajo del puerto cercano los mejores mariscos. Se mataron 20 corderos y 10 cerdos y el vino corrió a raudales, vino fuerte y bronco apropiado a las gentes del pueblo que “El Zorro” mandó traer de la lejana Jumilla.

Al final de la celebración, los contrayentes se retiraron a la casa solariega.

Al día siguiente de madrugada dos galeras salieron por el portón de la casa con destino desconocido. Según un único testigo, Catalina acompañada de sus padres iba en uno de los coches y en el otro solamente el novio.

... Según un único testigo, Catalina acompañada de sus padres iba en uno de los coches y en el otro solamente el novio.

CEFE con los ojos llenos de lágrimas se dirigió a la Iglesia y allí encontró al Sacristán. Este le contó que Catalina entró en la iglesia del brazo de su padre, padrino de la boda. El padre iba materialmente arrastrando a su hija. Catalina lloraba silenciosamente lo que se notaba porque el velo que le cubría la cara estaba totalmente empapado por las lágrimas que fluían de sus preciosos ojos.

En el momento que Catalina tenía que pronunciar el “sí quiero” se produjo un silencio sepulcral. Todos los asistentes contuvieron la respiración. La novia no pronunciaba una sola palabra. Lo único que se escuchaba eran unos gemidos contenidos. El Zorro apretó fuertemente el brazo de su hija y ella finalmente pronunció el “si quiero”.

CEFE desesperado volvió a casa de sus padres donde cayó de nuevo con fiebres tercianas. Estuvo al borde de la muerte. Acudía de vez en cuando, el médico del pueblo quien como único remedio le recetó unas sangrías que realizó el barbero y que milagrosamente no acabaron con su vida.

Poco a poco fue mejorando gracias a los cuidados de su madre que lo alimentaba principalmente con caldo de pichón, con leche de las cabras y con unas migas de pan mojadas en vino.

Una vez recuperado volvió al pueblo y allí se encontró con un minero amigo quien le contó que D. Manuel había vendido la mina a una compañía extranjera y que después no había vuelto al pueblo.

Se murmuraba que algo debió pasar en la noche de bodas ya que D. Tomás (El Lobo) había abandonado la casa de madrugad precipitadamente en una galera y posteriormente lo había hecho Catalina con sus padres.

El cartero le comentó que D. Manuel se había ido a vivir a la capital….

CEFE decidió dirigirse a Murcia capital en busca de su amada….

...CEFE decidió irse a Murcia capital en busca de su amada

Mazarrón dista de Murcia 12 leguas (Una legua es la distancia que una caballería al paso recorre en una hora, aproximadamente 5.572 m). Tardó dos días en llegar a la capital.

El cartero le había comentado que D. Manuel había comprado un antiguo palacio en la calle Puxmarina y allí se dirigió. Se apostó ante la puerta y sin atreverse a llamar esperó a ver veía salir a alguien. Al cabo de un rato salió un anciano que andaba encorvado, arrastraba los pies al andar, tenía el pelo blanco…. Al principio no lo reconoció, estaba tan envejecido… Era D. Manuel, El Zorro. Parecía que por él hubiesen pasado 20 años cuando en realidad solamente habían transcurrido dos.

¿Qué es lo que había ocurrido para hacerlo envejecer de esa forma?

CEFE no se atrevió a abordarlo. Siguió esperando… Al rato salió la dueña que solía acompañar a Catalina. CEFE se acercó a ella y le preguntó por Catalina. La dueña sorprendida por la presencia de CEFE salió corriendo., la siguió y sujetándola por los hombros la hizo detenerse. ¿Dónde está Catalina? Le preguntó. Su respuesta fue “No vive en la casa pero no le puedo decir dónde está. Vete a hablar con D. Fulgencio Ballesta, canónigo penitenciario de la Catedral y él si quiere le puede contar algo más.

D. Fulgencio Ballesta, qué casualidad, era originario de Mazarrón y CEFE recordó que en la juventud fue amigo de su padre, luego entró en el seminario y nunca más volvió por el pueblo.

CEFE se dirigió a la Catedral y preguntó en la sacristía por D. Fulgencio. –Está en un confesionario delante de la capilla de los Vélez.

-Padre: Me acuso de amar a una mujer.

-Hijo; eso no es pecado a no ser que tengas contacto carnal con ella.

- Lo tuve hace más de dos años pero de eso ya me confesé.

-Entonces ¿por qué te acusas ahora de amarla? ¿Acaso no piensas casarte con ella?

-Es lo que más deseo, padre, pero es imposible porque ella está casada.

-Eso sí que es un pecado mortal ¿No conoces el 9º Mandamiento; No desearás la mujer de tu prójimo?

- Sí, padre, pero no puedo quitármela de la cabeza y cada vez que pienso en Catalina mi corazón se acelera. Todas las noches sueño con ella y revivo las horas que pasamos juntos.

-Por cierto ¿Me has dicho que se llama Catalina? ¿ No será Catalina Zamora?

-Sí, padre ella es.

- Y ¿A caso tú eres Ceferino Albacete?

-Por Dios CEFE si te conozco desde que eras un niño. Menudo escándalo que armaste en Mazarrón…

-Bueno, vamos a mi casa y hablaremos tranquilamente.

...Vamos a mi casa y hablemos tranquilamente.

Salieron de la Catedral por la puerta de la plaza de la Cruz y se dirigieron a los soportales y subieron por una escalera a la casa del Canónigo. La vivienda era un anexo a la Catedral construido hacía unos años para los canónigos que se quedaron sin posibilidades después de la amortización del ministro Mendizabal que despojó de todos sus bienes a la Iglesia Católica. Disponía solamente de dos habitaciones, un cuarto de estar amueblado con una mesa de camilla con brasero, dos sillas de enea, una alfombra de esparto en el suelo, un pequeño escritorio, una estantería con algunos libros y como todo adorno una lámina de la Virgen de La Fuensanta, patrona de Murcia y un Crucifijo de bronce colgado en la pared.

CEFE había creído que el Canónigo Penitenciario viviría como popularmente se decía “como un cura” y sí vivía como un cura pero con mucha austeridad y pobreza. Se sentaron uno enfrente del otro y D. Fulgencio comenzó a contar la historia.

“Una vez finalizada la celebración de la boda, los novios se retiraron hacia el dormitorio nupcial. Catalina seguía llorando y D, Tomás, el novio, tuvo que arrastrar materialmente a la novia para hacerla entrar. – Desnúdate, le dijo. Catalina no le hizo caso y entonces EL Lobo intentó desgarrar el vestido de novia. Catalina se resistía y quiso salir corriendo de la habitación. D. Tomás la agarró fuertemente del pelo y la arrojó sobre la cama. Catalina, revolviéndose como una pantera y clavándole las uñas en la cara le dijo que lo odiaba, que no era virgen y que había pertenecido a otro hombre al que todavía amaba….

EL Lobo lleno, de rabia arrastró a Catalina al dormitorio de sus padres y arrojándola al suelo les dijo “Vuestra hija es una ramera. Quédensela para siempre” Y dicho esto, mandó preparar su galera y se marchó hacia La Unión.

A las siete de la mañana salieron en otra galera D. Manuel, su esposa y su hija Catalina y después de dos días de viaje llegaron a Murcia capital, dejó a su esposa y a su hija hospedada en la posada de Las Mulas y vino a la catedral a buscarme, ya que me conocía desde la juventud y me había ayudado en sufragar los gastos del seminario. D. Manuel después de contarme toda esta historia, me pidió que hiciera los trámites necesarios para ingresar a su hija en un convento de clausura y que así purgara de por vida su pecado y también lavara la honra de la familia.

Hable con la Madre Abadesa del convento de Las Claras y Catalina fue encerrada como postulante en dicho convento.

Mientras tanto inicié los trámites para la anulación del matrimonio que al ser un matrimonio “ratum pero no consumatum” tenía todas las posibilidades para el Tribunal de La Rota fallara a favor de la anulación. Yo tenía la ventaja de que soy el Presidente del Tribunal Eclesiástico de la Diócesis de Cartagena, que es quien tiene que informar al tribunal de La Rota. Se consiguió la anulación y Catalina entonces paso a ser Novicia y dentro de unos meses profesará haciendo votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia y quedará ligada por vida al convento”…

...dentro de unos meses profesará haciendo votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia y quedará ligada por vida al convento”…

Hacía ya ocho meses que se había anulado el matrimonio de Catalina por lo que ya era Novicia y dentro de cuatro meses profesaría con votos solemnes y perpetuos, votos que es casi imposible que sean dispensados ya que su anulación depende personalmente del Papa.

CEFE le pidió al Canónigo que hiciese lo posible para que pudiera tener una conversación con Catalina pues quería saber si seguía enamorado de él.

D. Fulgencio le explicó que eso era imposible porque las novicias de las Órdenes de Clausura, como Las Clarisas, tenían terminantemente prohibido comunicarse con el exterior. Lo único que podía hacer era hablar con el Capellán de las monjas, Fray Anselmo para que él indagase si Catalina tenía verdadera vocación o si seguía enamorada de CEFE.

Pasaron unos días durante las cuales CEFE ni comía, ni podía dormir: Era tal su zozobra….

Al cabo de una semana fue de nuevo a vera D. Fulgencio quien le ratificó, como ya le había dicho, que era imposible que hablara con Catalina pero que la Reverenda Madre Abadesa tenía interés en conocerlo.

Acompañado de Fray Anselmo entró en el locutorio del convento. Iba temblando… Una doble reja separaba la sala donde se encontraban ellos de donde estaba la Madre Abadesa que tenía cubierta la cara con un velo negro y además la habitación estaba en penumbra.

- Ave María Purísima

- Sin pecado concebido, contestaron

- ¿Con que tú eres CEFE?

- Sí, para servirle, Reverenda Madre

CEFE sacando fuerzas de flaqueza le contó a la Abadesa toda la historia hasta los detalles más íntimos de cuando estuvo acostado con Catalina, le dijo de su sufrimiento, su amor por Catalina, su deseo de hacerla su esposa, de fundar una familia cristiana y también de su desesperación y deseos de morirse si todo esto no pudiera realizarse.

La Madre Abadesa, que era buena seguidora del espíritu de la Fundadora de la Orden, Santa Clara, estaba siempre atenta a las necesidades de las mojas, sus hijas espirituales, y se comportaba siempre con ellas con ternura y atención de Madre, le prometió a CEFE que hablaría con la hermana Catalina y que dentro de una semana le esperaba de nuevo para comunicarle su decisión sobre su caso.

Pasó una semana y CEFE no pudo dormir. Cuando intentaba hacerlo, le venían las imágenes de la noche que pasó con Catalina… pero siempre acababa mal.

El lunes a primera hora de la mañana acudió al convento de las Claras. Habló con la hermana tornera y le dijo que venía a una entrevista con la Madre Abadesa. Le abrieron la puerta del locutorio y allí estuvo esperando hasta que escuchó –“Ave María Purísima”. Su sorpresa fue que en lugar de una sola sombra, había dos. A través de la doble reja y en medio de la penumbra le pareció vislumbrar a Catalina vestida con el hábito blanco de novicia. Hacía tanto que no la veía…. Le pareció mucho más delgada y por ello sus grandes ojos resaltaban más en el rostro. Le dio un vuelco el corazón. Allí estaba su amada. Se quedó sin habla……..

La madre Abadesa le pidió a Catalina que le dijera a CEFE lo que le había contado a ella.

Con voz temblorosa y muerta de vergüenza, le dijo que nunca había dejado de amarlo, que su padre le había obligado a casarse con D, Tomás pero que fue incapaz de entregarse a él y que su padre ante el escándalo que se había formado le había obligado a entrar en el convento y que ante la imposibilidad de unir su vida a la persona que amaba, se había resignado a profesar como religiosa y encerrarse por vida en el convento de Santa Clara.

CEFE, delante de la Madre Abadesa, le pidió a Catalina que dejase los hábitos y que se casara con él ya que su matrimonio anterior había sido anulado.

Catalina le contestó que eso era imposible puesto que para ello necesitaba el consentimiento de su padre y éste nunca aprobaría su nuevo matrimonio.

Entonces intervino la Madre Abadesa y le preguntó a Catalina si su amor era tan grande como para casarse aún en contra de la voluntad de su padre. Si estas dispuesta yo tengo la solución.

Tu padre te entregó al convento y se ha desentendido de ti tanto que a mí me dijo que para él tú habías muerto, por ello ahora yo soy tu Madre y Tutora y por eso si tú estás dispuesta yo arreglo lo del matrimonio.

Un mes más tarde se casaron, a puerta cerrada, en la iglesia del convento. El oficiante fue Fray Anselmo, el Capellán de las monjas y como padrinos D. Fulgencio, el Canónigo y la Madre Abadesa..

Se fueron a vivir a Mazarrón a casa de los padres de CEFE.

Un año más tarde tuvieron el primer hijo al que le pusieron el nombre de Manuel, como su abuelo materno del que no habían sabido nada desde la boda.

Cuando D. Manuel se enteró del feliz acontecimiento y que al nieto le habían puesto su nombre, montó a caballo y después de dos jornadas agotadoras que casi le cuestan la vida, había envejecido tanto…, llegó a casa de los padres de CEFE. Allí con lágrimas en los ojos abrazó a su hija, le pidió perdón por todo el daño que le había hecho y emocionado tomó en sus brazos a su nieto Manuel.

CEFE y Catalina se trasladaron a Murcia a vivir en el palacio de D. Manuel.

Tuvieron ocho hijos y vivieron felices…

A sus hijos les contaron esta historia que se ha ido trasmitiendo de generación en generación hasta nuestros días.

FIN

CEFE el tataranieto

2 comentarios:

  1. La historia es realmente bonita pero no es cierta... ;)
    Soy tataranieta de Ceferino Albacete también.

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  2. Tendrás que hablarlo con Ceferino Alvacete Viudes pues Él es el autor.
    Gracias por leer y por comentar.

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