sábado, 3 de julio de 2010

Michelle

Fue abandonada por su madre con dos hermanos.  Un parto prematuro a lo mejor la llevó a creer que ninguno se salvaría y ya había tenido y cuidado tantos bebés que estaba francamente agotada.  No importaba si morían, finalmente la vida no era algo agradable y a lo mejor los estaba salvando de un final tardío y más cruel que el que en este momento les estaba señalando.
Ya sus hermanos no se movían y ella apenas si lograba articular uno que otro sonido, se debilitaba más y más y ya no tenía fuerzas para luchar.  De pronto se ve una luz y unas personas la observan.  Toman a sus hermanos y los depositan con suavidad a un lado y a ella la miran con lástima y luego la envuelven en una cosa tibia y peluda.
La llevan hasta otro sitio y la entregan en manos de una desconocida que la observa con ternura.  ¿Se salvará?  No entiende por qué lo preguntan pues ella está poniendo de su parte, haciendo su mejor esfuerzo.
La alimentan con leche tibia con un dedo y gota a gota.  Jamás había probado algo tan rico, a decir verdad, hasta el momento no había probado nunca nada.  Después de pensar que esta llenita, que no desea más leche, la depositan con suavidad en una caja con un saco caliente y que huele muy bien.  Aún cuando está llena de pulgas se siente cómoda y duerme un rato, luego hace ruidos de nuevo y es recogida suavemente y alimentada, esta vez  con un gotero y su pancita se llena más rápido que antes. Es tan pequeñita que cabe en la palma de la mano.
Se da cuenta que nada más hace ruido y es abrazada amorosamente y alimentada.  Más o menos cada dos horas recibe alimento y amor.   Confeccionan con un mantenedor de temperatura de un acuario un calefactor.  Ya que no está con ella su mami y temiendo lastimarla lo mejor es mantenerle la temperatura con algo adicional.  Pero el calor empieza a sofocarla, afortunadamente se dan cuenta a tiempo que está a punto de ser cocida y la sacan de allí sudando.  Por segunda vez se salva de morir con unas cuantas horas de diferencia.
El tiempo pasa, la fuerza es cada vez mayor y logra salir de la caja y ver el sitio donde vive.  Personas de dos patas son las que la atienden amorosamente y la alimentan con frecuencia.  No nota mayor diferencia pues ella no se conoce ni a si misma siquiera.
Pasa el tiempo y es un miembro más de la familia, le sirven la comida a sus horas y la abrazan y acarician, se siente amada.  Un día la llevan al doctor y regresa un poco molesta, lastimada quizá pero las atenciones continúan y se recupera pronto.
Conoce perfectamente la casa y cada vez que desea ir al baño sale al patio y allí escarba un poco y rápidamente regresa a su casa.  El lugar en el que se siente más segura.
Un día ve un animal mirándola fijamente, tiene cuatro patas y una cola larga, es peludo y hace unos ruidos extraños; algo así como “miaooooo”.  Ella se asusta mucho y no sale, teme ser atacada por ese “monstruo”.  Al cabo de unos días ya no teme salir pero nunca se juntará con semejante ser tan extraño. 
Pasan los meses y se siente muy cómoda en su casa, todos la quieren y la llaman por su nombre para darle cosas ricas generalmente.  O bien comida o bien cariño.
Muy seguramente su mamá no ha pensado en ella jamás, muy seguramente se imagina que corrió la misma suerte que sus hermanos, muy seguramente ella jamás tuvo la fortuna de ser querida como la tristemente abandonada desde la cuna.
Pasan los años y un día se duerme dulcemente.  Vivió una vida feliz y pasó sus años dándoles felicidad a los que la recogieron con amor.  Pero la vida siempre llega a su fin y ella duerme plácidamente en el patio de la casa de la que fue dueña y señora.
Te quise mucho Michelle, fuiste prácticamente mi primer bebé y me acompañaste en muchos momentos.

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