Con Bastón y Caramelos
Camina por el casco colonial, arrugada como una pasa, rumiando y peleando con la gente. Cada tanto finge un tropiezo, arma una algarabía y le propina un bastonazo a quien se cruce en su camino. Luego, con una mirada inocente, se excusa, busca en el bolsillo de su jersey un caramelo y lo ofrece con insistencia a su víctima, en señal de disculpa.
Cuando su dádiva es aceptada, se tercia el bastón debajo del brazo, aprieta el paso cual atleta en su plenitud y se retira presurosa, sin prestar atención a las miradas perplejas que le siguen en su huida, mientras se aleja sonriendo para sus adentros, victoriosa, por otra travesura cumplida. Camina unas cuadras y repite la hazaña unas dos o tres veces. De camino a casa, se detiene en la confitería y, luego de pensar detenidamente, se decanta por un nuevo sabor del pequeño paquete de caramelos. Regresa contenta y, ya en casa, toma un baño y se sienta en la mecedora en el portal de la casa. Por un momento se disipa la seriedad habitual de su cara, sonríe ampliamente al evocar los eventos vividos... Se adormita y suspira, sosteniendo un puñado de caramelos en el bolsillo de su jersey: ¡mañana será otro día!
B. Osiris B
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