Me dí cuenta que vivía en un país peligroso desde muy
pequeñita. Después de sobrevivir a esa avalancha, supuestamente
realizada por manos criminales, y creada y recreada por mentes malsanas;
de ir a vivir con mis hermanos y mi mamá a la casa de la esposa de mi
padre, de conocer nuevos hermanos. Después de tener que quedarnos en esa
finca cafetera, de las cuales se contaban tantas historias de
asesinatos políticos, violaciones y torturas. Aún después de ir a vivir
a un sitio en el cual habían construido casas para damnificados. Un
barrio casi de invasión, en el cual la droga y los robos a veces con
homicidios eran el pan diario.
Me dí cuenta que vivía en
un país muy peligroso, cuando mamá nos encerraba en la casa a eso de las
seis de la tarde y no nos permitía salir sino cuando era la hora de ir a
la escuela.
Cuando los vecinos más cercanos eran familia y los demás eran personas de las que nos debíamos cuidar constantemente.
Mejor
dicho; crecí en el convencimiento de que el peligro respiraba atrás de
mi delgado cuello, que debía estar viendo siempre sobre mi hombro. Me
dí cuenta, cuando al empezar a hacerse las sombras mi corazón se
apachurraba y mi respiración se entrecortaba.
Patricia Lara P
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