miércoles, 27 de enero de 2010

El tranviario


Dedicado a mi esposo,
A su madre y su padre
Y al tranvía que les
Regaló su amor y su
Amada familia.

Todas las tardes a la misma hora Él pasaba conduciendo el tranvía y todas las tardes a esa misma hora, Ella sacaba al antejardín a su sobrino. Inicialmente porque era la hora que debían hacerlo y luego, más adelante. Para verlo sonreír con aquella mirada pícara y cálida a la vez.
Al cabo de un tiempo de cruzar miradas y sonrisas Él se decidió a saludarla con una inclinación de cabeza, a la que ella respondió con timidez e incluso un poco de vergüenza pero además con algo que denotaba un poco de complicidad e incluso intimidad.
Poco tiempo después el tranvía pasaba por aquella casa tan lentamente como era posible, de esta manera el ayudante depositaba en las manos pequeñas y delicadas de Ella diversas cosas; una flor un día, un chocolate otro, y más adelante incluso un pañuelo finamente bordado y también alguna que otra vianda sabrosa.
Se fueron enamorando con el ir y venir del tranvía. Un día le dijo: Eliecer me llamo y al siguiente ella respondió Leonor; mucho gusto, mientras sonreía.
Los días pasaban y deseaban conocerse realmente, visitarse, contarse sus secretos y mejor aún; tomarse de las manos mientras se miraban en los ojos del otro.
El amor se acunaba tiernamente en un par de corazones jóvenes al ritmo de un tranvía lento.
Un día ella salió de su casa sin sobrino, subió la escalera del vehículo y partió con Él rumbo a la iglesia y de allí a su nuevo hogar, con hijos propios y la canción acompasada de sus corazones acompañados de su lento tranvía.

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