El rencor es un veneno que se
toma pensando que le va a hacer daño al otro y realmente es uno el
afectado. Qué ironía que su capacidad
para olvidar haya terminado robándole todos sus recuerdos.
Nacida en la Bogotá de los años
veinte en el seno de una familia acomodada que por la infausta muerte prematura
de su padre, tuvo que renunciar a sus estudios y trabajar en pequeños talleres
de encuadernación y confecciones.
Pretendida a hurtadillas por un conductor de tranvía que tocaba la
campana al acercarse a su ventana, se casó por amor, siempre el amor, con él a
escondidas de su madre y vio cómo años después el tranvía fue quemado en la
plaza de Bolívar un 9 de Abril.
En Abril nacieron la mayoría de
sus nietos y bisnietos y en Abril Ella nos dejó.
Entregada en cuerpo y alma a
levantar una familia cada vez más numerosa, día a día su tesón se convirtió sin
proponérselo o quizás sí; en mi mayor ejemplo.
Fui muy enfermizo y la desvelé muchas veces… mi gratitud es eterna. Siempre me decía cuando la acompañaba a lavar
la ropa o en alguna de sus numerosas labores domésticas entonando canciones de
Libertad Lamarque con esa voz que hoy reconozco en mi hija; “Tienes que ser un doctor mijo” “el doctor de
la familia”; no sé si se refería a ser
médico y si tal vez al saberme Ingeniero no se haya sentido un tanto
frustrada. No sé si advirtió en la
nebulosa que fue su enfermedad que todos sus hijos se convirtieron en buenos
profesionales, en excelentes padres y en mejores seres humanos y como se lo
dije un día ya sumida plenamente en el olvido de su memoria, que podía partir
en paz, que su misión en la vida había sido cumplida con creces, que nos había
cumplido con honores a todos.
Hoy sin embargo no soy capaz de
aceptar tu partida. Te pido perdón si lo
que hice no fue suficiente.
Adiós mamá. Tu hijo consentido que seguirá sintiéndote su
faro guía.
Ricardo Gabelo Ramírez
¡Her-mo-so!
ResponderEliminarNo tengo más que decir.
Un abrazo apretado para ambos.