sábado, 13 de abril de 2013

Leonor...




De mí mamá aprendí a perdonar.  Pero no como se acostumbra, sino como realmente debe ser; Olvidando la afrenta, porque si no, nunca habrá salido el sabor amargo del cuerpo.
El rencor es un veneno que se toma pensando que le va a hacer daño al otro y realmente es uno el afectado.  Qué ironía que su capacidad para olvidar haya terminado robándole todos sus recuerdos.
Nacida en la Bogotá de los años veinte en el seno de una familia acomodada que por la infausta muerte prematura de su padre, tuvo que renunciar a sus estudios y trabajar en pequeños talleres de encuadernación y confecciones.  Pretendida a hurtadillas por un conductor de tranvía que tocaba la campana al acercarse a su ventana, se casó por amor, siempre el amor, con él a escondidas de su madre y vio cómo años después el tranvía fue quemado en la plaza de Bolívar un 9 de Abril.
En Abril nacieron la mayoría de sus nietos y bisnietos y en Abril Ella nos dejó.
Entregada en cuerpo y alma a levantar una familia cada vez más numerosa, día a día su tesón se convirtió sin proponérselo o quizás sí; en mi mayor ejemplo.  Fui muy enfermizo y la desvelé muchas veces… mi gratitud es eterna.  Siempre me decía cuando la acompañaba a lavar la ropa o en alguna de sus numerosas labores domésticas entonando canciones de Libertad Lamarque con esa voz que hoy reconozco en mi hija;  “Tienes que ser un doctor mijo” “el doctor de la familia”;  no sé si se refería a ser médico y si tal vez al saberme Ingeniero no se haya sentido un tanto frustrada.  No sé si advirtió en la nebulosa que fue su enfermedad que todos sus hijos se convirtieron en buenos profesionales, en excelentes padres y en mejores seres humanos y como se lo dije un día ya sumida plenamente en el olvido de su memoria, que podía partir en paz, que su misión en la vida había sido cumplida con creces, que nos había cumplido con honores a todos.
Hoy sin embargo no soy capaz de aceptar tu partida.  Te pido perdón si lo que hice no fue suficiente. 
Adiós mamá.  Tu hijo consentido que seguirá sintiéndote su faro guía.  
Ricardo Gabelo Ramírez

1 comentario:

  1. ¡Her-mo-so!
    No tengo más que decir.
    Un abrazo apretado para ambos.

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