Y en ese momento acosada por la rabia y el dolor yo me convertí en dios. Y arrasé con todo y con todos. Destruí sus hogares, aplasté a sus hijos, les di muerte sin piedad a sus parejas, acabé con todas sus familias. Deseaba que no quedara ninguna en la faz de la tierra. Pero ni aun así me sentí feliz. Completada la cruel tarea, en mi cuerpo persistían los piquetes ocasionados por las mordeduras de las hormigas.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
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