sábado, 5 de diciembre de 2009

Hombre entero.

Y en esa carta -mensaje- Ella le decía que él era el hombre más maravilloso que había conocido en su vida. Y le daba gracias por haberla hecho feliz y por haberla hecho sentir mujer valiosa. Por haberla hecho desear la felicidad y haberla tocado por lo menos por un tiempo. Le hablaba tan bonito que su esposa sintió envidia. Dolor, rabia y hasta pena.
¿Era el hombre destinatario del mensaje su esposo?. ¿Aquel con el que había vivido más de treinta años? Imposible. El hombre que ella -la esposa- conocía y reconocía como tal no era ni un ápice lo descrito en la carta -mensaje- Era un total desconocido para ella.
Luego de pensarlo y repensarlo llegó a la conclusión que finalmente no la hizo infeliz. Por lo menos era un hombre que había sido hombre total con otra, no con ella. Pero... ya entrados en gastos algo era algo.
No había sido amoroso con ella -la esposa- pero si con la otra, con la amante. Y era importante incluso pensar que por fin, por un tiempo había amado, se había entregado de verdad. Había sido un ser humano normal, mortal, simple. Y había hecho feliz a alguien.
Dolorosamente como dice el refrán: "Luz de la calle, oscuridad de la casa".
Dolía leer ese mensaje y dolía más no haber nunca inspirado en el hombre de su vida, el que había amado por tantos años el amor y la entrega que otra había logrado disfrutar un tiempo. Pero... Así es la vida.
Tristeza, dolor, desencanto sentía la esposa dolida. Pero... Insistía ella muy en su interior y con el dolor llenando de lágrimas sus ojos. Había sido hombre por fin. Un hombre entero.

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