jueves, 17 de julio de 2025

Viana

Viana


Viana había sentido el llamado y al igual que Octavio, se había dado a la tarea de recoger algunas de sus posesiones personales e incluso familiares. Había anotado algunas recetas de cocina de su madre y sensible como era, había tomado de cada una de sus siete hermanas algo que se las recordara: un anillo, una hebilla, un par de medias, un pañuelo, un mechón de cabello, un poema, un dibujo. Cosas mínimas que no ocuparan demasiado espacio en su pequeño morral.
Había avanzado por una caverna, había llegado al bosque prácticamente infranqueable, el río, el puente, el túnel y finalmente la calle ochenta y ocho 88.
Se sintió asombrada, sorprendida por la belleza de la misma. Todo exactamente igual. Miró a lado y lado y se dirigió sin prisa hacia la casa cuarenta y cuatro 44.
Igual que Octavio entró en ella, el corredor, la sala, la alcoba, El delicioso aroma en la cocina y ahí, en el medio de todo sintió que la puerta se abría y un Octavio la miraba con asombro. No era lo que se esperaba. La exactitud se había roto de golpe. Empezaron a escucharse susurros primero, conversaciones después y gritos y llantos luego. No era posible que la armonía se hubiese roto de golpe.  ¿Que era lo que había sucedido para que la nueva Viana no fuera quien ingresara a la calle ochenta y ocho? A que nefasta situación se verían enfrentados los miembros antiguos ya acostumbrados a la vida que les discurría plácidamente y sin mayores afugias.
Todo en la calle ochenta y ocho era algarabía y terror. ¿Quien les explicaría algo y les haría perder el miedo que en éste momento los dominaba. Sólo tenían preguntas los habitantes de la calle ochenta y ocho.
¿Qué pasaría con Viana, qué sería de Octavio?

Patricia Lara Pachón 

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